UNIVERSO MADÍ

De Edgar Cherubini Lecuna

Tuve la oportunidad de asistir a la inauguración de Universo MADÍ en la galería Odalys en Madrid, colectiva de más de cincuenta artistas que comulgan con las premisas de este movimiento surgido en el sur del continente americano en la década de 1940 y que abrió las puertas de las corrientes del arte contemporáneo a los artistas latinoamericanos.

Vale la pena hablar de la historia de este singular movimiento que sin duda alguna se nutrió en sus comienzos de las ideas contenidas en el Manifesto for Concret Art publicado por Theo van Doesbourg en 1930. El Arte Concreto promulgaba la separación de la pintura del lirismo, del simbolismo, del sentimentalismo y de cualquier referencia formal a la naturaleza. Esta forma de abstracción debía liberarse de cualquier asociación simbólica con la realidad, proponiendo que las líneas y los colores son concretos por sí mismos.  Esto produjo una revolución en el arte, al supeditar la inspiración a la reflexión: “Una obra de arte debe ser totalmente concebida y conformada por la mente antes de su ejecución”, y “La técnica de la pintura debe ser mecánica, es decir, exacta, anti-impresionista”. Pero lo más destacado de su proclama fue sobre el significado de la obra: “Una obra de arte no tiene ningún significado que no sea en sí misma”.  Estos conceptos dieron origen a importantes manifiestos, exposiciones y publicaciones, agrupando a los artistas del momento en las corrientes Cercle et Carré  (1929), Art Concret (1930) y Abstraction-Création  (1931-1936), enfrentándose a la hegemonía del surrealismo.

Grete Stern, Photomontage for Madí, 1946

Cercle et Carré (círculo y cuadrado) fue un movimiento artístico fundado en 1929 en París, por Joaquín Torres García y Michel Seuphor. En 1930, organizaron la primera gran  exposición consagrada al arte abstracto, esencialmente geométrico, en la que participaron cuarenta y tres artistas, entre los cuales figuraban Kandinsky, Mondrian y Vantongerloo. En 1934, Torres García regresó a Montevideo y un año más tarde, Arden Quin (Carmelo Heriberto Alves) conoce a este artista y pensador, creador del Universalismo Constructivo, quien le brinda información privilegiada sobre las tendencias del arte en Europa. En 1938, Arden Quin se instala en Buenos Aires rodeándose de un grupo de artistas de diferentes países que llegan a Argentina escapando de la Guerra en Europa, entre ellos la fotógrafa Grete Stern, que pertenecía a la Bauhaus, el checoeslovaco Gyula Kosice y su esposa Diyi Laañ. Las reuniones se suceden con frecuencia en la casa del psicoanalista Enrique Pichon-Rivière, en las que intercambian ideas, proyectos y propuestas sobre un arte total. De allí surge la idea de la revista Arturo (1944) y el nacimiento del Movimiento de Arte Concreto-Invención. Al año siguiente Arden Quin, en compañía de Martín Blaszko, Rothfuss y Gyula Kosice, instauran el movimiento MADÍ.

Tanto el Movimiento MADÍ, como la Asociación Arte Concreto-Invención y el Perceptismo, fueron las corrientes de la abstracción que a partir de 1944 rompieron con todo lo anterior en el Arte, proporcionándole razón y vitalidad a la estructura como pieza fundamental del constructivismo.

El crítico Jorge López Anaya (Historia del arte argentino, 1997) define los preceptos que guiaron la fundación del movimiento MADÍ: “Estos artistas no crean –la creación pertenece al dominio de lo romántico y lo poético–, inventan, como el ingeniero. La obra no es producto de un saber intuitivo, sino el fin de un proyecto, una invención”.

1. Carlos Evangelista, 2. Gaël Bourmaud, 3. Giancarlo Caporicci, 4. Dominique Binet, 5. Roland de Jong Orlando, 6. Odalys Sánchez de Saravo, 7. Alfonso de la Torre, 8. Vincenzo Mascia, 9. Helen Vergouwen, 10. André Van lier, 11. Yessika Zambrano, 12. István Haász, 13. Albert Rubens, 14. Inés Silva

Entre los artistas representativos del Movimiento MADÍ encontramos a Carmelo Arden Quin, Gyula Kosice, Diyi Laañ, Esteban Eitler, Martín Blaszko, Rothfuss, Bolívar Gaudín, Valdo Longo, Juan Bay, Valdo Wellington, Rodolfo Ian Uricchio, Horacio Faedo y Armando Ramaglia.  En 1947, MADÍ participa en el Salon de Réalités Nouvelles en París, desatando una ola de críticas favorables. En 1948, Arden Quin crea en París un Centro de Investigaciones y Estudios Madistas.

Alfonso de la Torre y Edgar Cherubini Lecuna

Al hacer este recuento, mi única intención es la de entender las ideas, conceptos, tendencias y rupturas que dieron origen a esta corriente. En ese sentido, es una proeza que la galería Odalys haya reunido a cinco docenas de artistas procedentes de varios países, tales como Saverio Cecere,  Octavio Herrera, Reale Frangi, Mitsuoko Mori, Marian Drugda, solo para mencionar algunos, demostrando así la vigencia del movimiento MADÍ nacido hace 73 años.  Tuve la oportunidad de conversar con Alfonso de la Torre, teórico y crítico de arte, responsable de la curaduría de la exposición. Esto fue lo que le pregunté:  

¿Cómo es posible que un movimiento creado en 1946 mantenga su vigencia hoy en día como una de las vanguardias de la abstracción geométrica?

“En mi opinión ha sido fundamental lo que MADÍ llamó la “conquista del espacio” polidimensional de lo real.  Mas también el sentimiento de diferencia tan esencial en épocas críticas; la ortodoxia-no-ortodoxa en lo constructivo; la noción temprana sobre la integración de las artes y la colaboración con otras áreas de la creación a la que dedicaron extraordinaria atención: música, arquitectura, teatro o danza (inclusive sin música) entre otras o, concluyendo, el análisis casi obsesivo, pero siempre tan libre, de formas geométricas. Un arte verdaderamente energético, no es extraño que algunas de sus formas visuales las califiquen de “superestructuras!”, sí con interjección, como explicando el-algo-más de las creaciones.  Su primer ideario permanecerá hasta nuestros días, habiendo calado en el espíritu de numerosos artistas desde entonces, en muy diversos países, considerando aquel extraordinario impulso en América Latina.  

Mas también el sentimiento de diferencia tan esencial en épocas críticas; la ortodoxia-no-ortodoxa en lo constructivo; la noción temprana sobre la integración de las artes y la colaboración con otras áreas de la creación a la que dedicaron extraordinaria atención: música, arquitectura, teatro o danza (inclusive sin música), entre otras o, concluyendo, el análisis casi obsesivo, pero siempre tan libre, de formas geométricas.  Baste con este relato, aunque haya más.  Criptonita-MADÍ, un concepto más que un grupo, con ellos es posible comprender la existencia inmediata del GRAV en París o la internacionalización del shaped canvas y su vindicación norteamericana, incluso el pensamiento minimal o, incluso, Support-Surface”.

El Movimiento MADÍ en sus inicios, quema los puentes al negar todo arte anterior, incluyendo al Arte Concreto, habiendo sido este último un abrevadero para esta corriente. ¿Setenta y tres años después, con este gesto MADÍ que usted y Odalys Sánchez han logrado realizar, se podría sostener esa misma negación?

Esta exposición nace de un enorme esfuerzo de todo el equipo de Odalys Sánchez por resituar correctamente el arte contemporáneo. Han hecho otras exposiciones que redundan en ese esfuerzo, y es encomiable.  En la exposición quisimos subrayar cómo las negaciones de MADÍ tienen un aire ritual de expresión en negativo, quiero decir que se adelantaron también a una cierta literatura y arte del “no”, que frecuentaría las artes en los sesenta. Y que, desde la puesta en cuestión del mundo pasa a ser afirmación. Una de esas resituaciones que cito consistió en destacar como MADÍ fue un proceso de pensamiento, imaginativo y cerebral, dirán ellos jugando con la contradicción del término en lo que será frecuente durante su desarrollo, su carácter habitualmente elogiador de la contradicción, el goce en la presentación de contrarios.  Fueron extremadamente sugerentes en su desinhibido viaje por la historia, rechazaban normas a la par que exhalaban permanentemente modelos para armar, reivindicaban la extrema invención en tanto aludían a figuras pasadas.
Con-esto pero también contra-eso-y-aquello, su hacer fue el de un continuo ‘hipermanifestismo’, no pararon de expresar sus ideas respecto a lo que debía ser el arte en todas sus posibilidades.  Era cierto, parecía más importante inventar que crear:  era tan hermoso el camino de la invención, de la idea, como la elevación final del proyecto artístico. Palabras en torrente, con profusión, proclamas, manifiestos y declaraciones parecería que en una construcción y reconstrucción permanente, de tal forma que es preciso atender a las manifestaciones, a los artículos de los artistas, a su expresión pública o asistir a la lectura de todos los textos, también a sus ilustraciones, noticias y reseñas de libros, para tentar comprender, en totalidad, lo sucedido, pues no sólo son palabras o declaraciones, sino también explícitos homenajes a las fuentes que sustentan algunas de sus admiraciones y que van alterándose, creciendo, según pase el tiempo.  En permanente renovación de las mismas.  Ah, fueron energía del motor, -“criptonita MADÍ”-, he escrito, de la renovación de las artes del siglo XX y de nuestro tiempo”, expresó Alfonso de la Torre.

Los conceptos de “invención” como método estético en el arte y los aportes originales y lúdicos del “marco recortado o irregular” que borra los límites entre pintura y escultura caracterizan al movimiento MADÍ, irradiando su inusual intensidad expresiva en esta colectiva que actualmente presenta la galería Odalys en Madrid.