In memoriam | Matilde Pérez

Matilde Pérez | Santiago | Chile | 1916-2014

Nacida en Santiago en 1916, aunque, “según sus cercanos”, ella misma decía haber nacido en 1920 (“Funerales de Matilde Pérez”. El Mercurio, 3 de octubre, 2014, p. A11), se paseó dentro y fuera del cuadro, pasando por el mural, la escultura, la instalación o cualquier otra expresión que en el momento considerara necesaria.
Precursora en América Latina del llamado arte cinético, supo resistir por años un medio reacio a la novedad, donde costaba mucho exhibir algo distinto y donde durante un largo tiempo nadie comprendía o se interesaba por su trabajo, según ella misma recuerda.
Siempre atenta a “lo que no se repite, porque cuando algo se empieza a repetir se agota”, combinó los más diversos materiales y técnicas para plasmar una mirada que apuesta por que “el ojo se mueva”.
Estudió en la Academia de Bellas Artes, “haciendo desnudos, naturalezas muertas y todo lo que se representa”. Sus maestros fueron Jorge Caballero, Gustavo Carrasco y Augusto Eguiluz. Sus primeros pasos los dio como pintora figurativa, emergiendo junto a la llamada “generación del cuarenta”. Posteriormente, aprendió las técnicas del mural junto a Laureano Guevara, maravillada por la simplificación de las formas y las grandes dimensiones de esta disciplina.
La indagación de nuevos lenguajes plásticos llevó a Matilde Pérez a formar parte del Grupo de los Cinco, expresando su inconformismo con los medios tradicionales de representación pictórica. La iniciativa derivó luego en la creación del Grupo Rectángulo, que basaba su expresión en la abstracción geométrica. Allí Matilde se concentró en el dibujo, depurando al máximo la forma y el color.
En 1960 logró una beca para una estadía de doce meses en París. La estancia en Francia, especialmente su contacto con Víctor Vasarely y el Group de Recherches d’ Art Visuel, entre ellos el argentino Julio Le Parc, le abrió la puerta al mundo cinético, del que nunca más se alejó. Vasarely se interesó en sus propuestas, la invitó a quedarse más tiempo en Francia y le entregó una serie de documentos, que le permitieron estudiar y entender el planteamiento cinético. Entre esos textos, estaba el célebre Manifiesto Amarillo. Desde entonces mantuvieron estrecho contacto hasta la muerte de Vasarely en 1997.
El regreso a Chile trajo para Matilde Pérez la convicción de que lo suyo iba más allá de lo que se representa. Así, sus investigaciones cinéticas y un hábil manejo del color la impulsaron a continuar un original camino creativo que la llevó a ocupar un lugar fundamental en las artes visuales de la segunda mitad del siglo XX. Adelantada a su tiempo, Matilde Pérez crea ambientes perceptivos de compromiso activo con el espectador donde las posibilidades de lectura se multiplican.
Sus obras, sean pinturas, collages, esculturas acrílicas o metálicas, dan cuenta de una incesante experimentación con las posibilidades de la creación tanto del movimiento virtual -a través de la ilusión óptica- o del movimiento real a través de la electricidad, elemento que incorporó a sus obras a partir de 1970. Entre 1970 y 1972 fue comisionada por la Universidad de Chile para continuar su investigación y sus estudios sobre arte cinético en París.
En 1975 junto a otros profesores, formó el Centro de Investigaciones Cinéticas en la Escuela de Diseño de la Universidad de Chile.
Su exposición retrospectiva El Ojo Móvil efectuada en 1999 y su amplia labor de difusión artística, le hicieron merecedora del premio Los Mejores entre los Mejores del Círculo de Críticos de Arte.