In memoriam | Octavio Herrera

Octavio Herrera | Campo Carabobo | Venezuela | 1952-2021

+INFO | www.octavioherrera.net

Herrera nació en Carabobo pero su vida transcurrió en el estado Aragua donde estudió en la escuela de artes plásticas Rafael Monasterios y donde posteriormente ejercerá de profesor en 1971 y 1972. Trabaja como diseñador desde 1973 hasta 1977. En esta fecha viaja a Paris, donde estudia en la Universidad Paris 8 Vincennes-Saint Denis y obtiene una licenciatura en Artes y Letras. Colabora con la Galería Denise René de 1982 a 1989. Y en 1991, interviene como profesor de Artes Plásticas en la Universidad Paris 8, hasta el año 1997.
Herrera llega a la capital francesa en un momento de plena efervescencia del arte cinético, el op-art, el movimiento MADI y otras propuestas derivadas del arte concreto y la abstracción geométrica. Este hecho le lleva a entablar amistad con artistas como Jesús Rafael Soto, Carlos Cruz-Díez, Victor Vasarely, Julio le Parc o Carmelo Arden Quin (con quien, además, trabajará como asistente). Herrera se nutre de todos estos lenguajes sin caer en la ortodoxia con el fin de encontrar su propio camino de investigación artística. Entre 1982 y 1989 pertenece al círculo de la Galería Denise René, principal impulsora del arte constructivo y cinético a nivel internacional. Posteriormente y, tras asociarse al grupo MADI en 1990, ocupa el cargo de profesor de escultura de 1991 a 1997 en la Universidad de París en la que años antes había sido estudiante.
Le Parc me dijo que necesitaba un asistente. Trabajé también con Asdrúbal Colmenárez, quien tenía una capacidad intelectual extraordinaria, y de esta forma empiezo también a ayudar a otros artistas. Me pagaban bien. Le trabajé a Cruz-Diez a quien le restauré una obra. Y en 1983 consigo mi primer trabajo importante. He tenido suerte para conseguir buenos trabajos”, declaró el artista al blog “Azul Fortaleza” en 2009.
Tuve suerte –añadía- porque a la galerista Denise René se le fue el que la maneja el depósito y le pregunta a Cruz -Diez qué quien podría hacer ese trabajo. Ella me vio muy joven, pero al ponerme a prueba me convertí en su mano derecha, y hasta me delegó en una oportunidad el recibir al presidente de Francia”.
A sus espaldas queda un importante número de exposiciones, tanto individuales como colectivas, que se reparten entre más de una quincena de países alrededor del mundo: Venezuela, Francia, Suiza, Italia, Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Luxemburgo, Croacia, Japón, Cuba, Túnez, Hungría, Argentina, Eslovaquia, Colombia, España… Su obra se ha expuesto en el Museo Reina Sofía (Madrid), Museo de Arte Contemporáneo de Tovar (Venezuela), La Bienal de la Habana (Cuba), El Grand Palais (Francia), El Museo Extremeño de Arte Ibero-Americano (España), el Museo de Arte Contemporáneo Francisco Narváez (Venezuela), y diferentes exposciones con el grupo parisinoi ACI (Art Contruit International) del que era miembro.
Octavio Herrera ha desarrollado su pintura dentro de una especie de arquitectura a dos dimensiones, donde el color es determinante en la ambigüedad del espacio sugerido. Durante los siete años que lleva en París, “he sido testigo de su evolución y como él mismo lo dice, de la continua depuración de su lenguaje”. Con esas palabras se refería el artista Carlos Cruz Diez a la obra de este creador que rompió los límites entre la pintura y la escultura, en la búsqueda de la originalidad de su obra.
Ajeno a las modas, se ha concentrado en su investigación artística como si de una ciencia empírica se tratase. Partiendo de superficies lisas, formas geométricas básicas y colores planos ha creado un complejo juego visual de direccionalidades, transparencias, superposiciones y volúmenes en el cual los límites entre lo real y lo virtual se difuminan. De hecho, la dimensión virtual adquiere en sus creaciones tanta importancia como la propia materia: la obra de Herrera, como la de los artistas cinéticos, se completa al ser observada, al entablar un diálogo de percepciones cambiantes con la retina del espectador.
El color se impone como el verdadero protagonista de sus composiciones: no cumple únicamente una función cromática, sino que sirve, además, para crear, multiplicar y delimitar los espacios. Unos espacios que ya no se ven encasillados por el formato clásico ortogonal/rectangular en el que la forma del soporte estipulaba los límites de la composición, sino que, siguiendo las propuestas del movimiento MADI, responden al concepto de shaped canvas, es decir, a la formulación de un soporte que habrá de adecuarse a los territorios de la imagen. La línea no cumple tampoco su papel tradicional de delimitación de contornos. La autonomía del color hace que sea innecesario. En cambio, desarrolla una función imprescindible a la hora de completar la ilusión óptica de estas pinturas que se convierten en relieves virtuales.