In memoriam | Antonio Asis


Antonio Asis | Buenos Aires | Argentina | 1932-2019

Antonio Asis ha sido un artista importante para el arte óptico y cinético internacional. Con apenas nueve años ya pintaba y dibujaba con habilidad, enamorado de la pintura y de la creación artística, cuando de pequeño conseguía algún dinero, en vez de gastarlo en golosinas infantiles, iba a la tienda a comprar un botecito de pintura y volvía corriendo a su casa para probar el color. A los catorce se matricula en la Escuela Nacional de Bellas Artes en Buenos Aires, continuando sus estudios luego en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, donde también se matriculó unos años antes Julio le Parc. Sus años de formación se dieron precisamente a lo largo de los años ’40, mientras se producía un verdadero movimiento renovador en el arte argentino, a partir de la publicación de la Revista Arturo en 1944, y la consecuente formación de los grupos de creación y discusión teórica MADÍ y Movimiento Arte Concreto Invención. Atento alumno de Héctor Cartier, que fue quien construyó la cátedra de Visión sobre los nuevos parámetros de la gestalt, el artista capitalizó esta experiencia concreta y a la vez se fue apropiando de los recursos de la teoría de la visión y la exploración de las posibilidades del color y de las formas, entendidas como parte de un conocimiento sensible. De su maestro, Asis incorporó un concepto clave –el de la relatividad del color y de la mirada– que se hace presente en sus investigaciones y vuelca en cada trabajo como una invitación estimulante para el desarrollo del pensamiento visual.
Para un artista en ciernes como Asis, el pensamiento y la experimentación detrás del arte concreto, el óptico y el cinetismo se erigieron como alternativas mucho más vivas y novedosas que el arte figurativo tradicional. La representación de la vida real o de la naturaleza no le interesaron; sin embargo, el color y la luz, con todo su potencial estético, lo cautivaron totalmente.
En 1956 llegó a París donde muy pronto conoció a su mujer, Lydwine, con la que permanecería toda la vida. Al principio, su vida en París fue dura y tuvo que trabajar pintando paredes para poder comer. Más tarde se asoció con la Galería Denise René y con artistas como Jesús Soto, Victor Vasarely y Yaacov Agam, todos foráneos establecidos en París por aquellos años.
Tenía su estudio en la Rue St Jaques, donde ha seguido trabajando hasta muy poco antes de su fallecimiento.
Su trabajo entonces se caracterizó por dos líneas de creación en las que incursionó con mucho interés, las llamadas «interferencias», donde creaba reflejos y efectos visuales sobre papel fotosensible y las llamadas «esculturas vibratorias», donde superponía una grilla o cuadrícula sobre otra superficie pintada con patrones geométricos, creando una sensación de movimiento visual al ser recorrida la pieza por el espectador.
La geometría fue una herramienta para su trabajo, pero no un fin en sí misma. A través de sus círculos, líneas y contrastes marcados de colores perseguía siempre la ilusión de movimiento.
Espacio y tiempo son dos dimensiones que están en la base del trabajo de Asis y configuran, de algún modo, su universo visual. Ver una de sus obras implica jugar con ella, desplazarse, transitar en el espacio durante un lapso dado: unos segundos, quizás, permiten advertir las vibraciones provocadas por la superposición de tramas, las que pinta y las de las grillas de metal que interpone entre la pintura y nuestra vista.
Antonio Asis vino a Carboneras animado por el artista cinético Jesús Rafael Soto, en 1964. Pasó unos días en la desaparecida Fonda Paquillo, se enamoró de este pueblo perdido y, poco después, compró su casa en Los Cocones. Igual que él, a Carboneras habían ido llegando artistas como Julio Leparc o Francisco Sobrino; arquitectos como André Bloc, Olivier Clement Cacoub o Edgard Pillet; escritoras como Dominique Aubier o Mireille Boccara, gente del cine como Bárbara Beale o Eddy Fowlie; músicos, galeristas y todo tipo de personas relacionadas con la creación, el arte y la cultura.

Antonio Asis estableció un vínculo duradero con Carboneras, España, atraído por la recomendación de Jesús Rafael Soto. En 1964 pasó unos días en la desaparecida Fonda Paquillo, se enamoró de este pueblo perdido y, poco después, compró su casa en Los Cocones. Igual que él, a Carboneras habían ido llegando artistas como Julio Le Parc o Francisco Sobrino; arquitectos como André Bloc, Olivier Clement Cacoub o Edgard Pillet; escritoras como Dominique Aubier o Mireille Boccara, gente del cine como Bárbara Beale o Eddy Fowlie; músicos, galeristas y todo tipo de personas relacionadas con la creación, el arte y la cultura. Antonio Asis disfrutó durante años este magnífico ambiente, que hizo de Carboneras un referente internacional. Por ausencias, fallecimientos y otras circunstancias, esta Edad de Oro de Carboneras se fue diluyendo, pero Antonio y su mujer Lydwine siguieron fieles a este pueblo costero y año tras año pasaban allí el verano disfrutando y pintando.