15/5 – 27/6 2025
Shiras Galería | Valencia | España
Nuevo proyecto expositivo de Ricardo Escavy (Calasparra, 1979), artista cuya trayectoria se ha distinguido por explorar las intersecciones entre geometría, color y percepción. La muestra, realizada en colaboración con el crítico Juan Francisco Rueda —quien acompaña las obras con un texto que articula su lectura desde el pensamiento visual—, presenta veintiuna piezas inéditas creadas en 2025. El conjunto propone una experiencia donde la abstracción no se plantea como una fuga de lo real, sino como una forma sensible de pensar la imagen, el ritmo y el tiempo.
El término “eucromía”, de raíz griega —eu (bueno) y khroma (color)—, alude a una armonía cromática que trasciende la simple combinación de tonos. En este sentido, Escavy no se limita a un tratamiento formal del color, sino que lo concibe como estructura, como vibración y como potencial afectivo. Las obras, trabajadas sobre soportes industriales como el aluminio esmaltado y el metacrilato, se presentan como volúmenes suspendidos en el muro, muchas de ellas organizadas en polípticos que refuerzan la noción de secuencia, repetición y variación. Este formato fragmentado evoca, sin caer en lo literal, referencias a la señalética urbana, al diseño gráfico y a los lenguajes digitales, insertando su trabajo en una sensibilidad contemporánea sin renunciar a la abstracción.
El enfoque geométrico de Escavy no responde a una lógica rígida ni constructivista. Aunque su obra establece un diálogo con referentes históricos como el arte óptico y cinético latinoamericano —Cruz-Díez, Soto, Gego— o figuras como Frank Stella y José María Yturralde, se distingue por una lectura más abierta y personal de lo geométrico: menos dogmática, más atenta a la dimensión sensorial de la forma. Sus composiciones, de precisión casi quirúrgica, están concebidas para producir efectos rítmicos y fluctuaciones visuales. Así, el color deja de ser un elemento decorativo para convertirse en un agente estructurante, capaz de generar pausas, tensiones, cadencias.
Una de las claves conceptuales de Eucromía reside en la analogía que el artista establece entre vibración cromática y eufonía musical. En sus propias palabras, Escavy busca relaciones sinestésicas entre lo visual y lo sonoro, entendiendo el color como tono, la forma como compás, y el espacio como silencio. Las obras no se leen solo como imágenes, sino como partituras visuales que deben “escucharse” con la mirada. Esta dimensión temporal y musical es central en su trabajo desde hace años, como lo prueban proyectos anteriores como TNT. The Noise Time (2018), Sound On (2020) o Suite (2022), donde ha experimentado con esculturas-instrumento, software interactivo o estrategias compositivas cercanas al montaje audiovisual.
En Sound On, por ejemplo, Escavy desarrolló el Piano Graphic Simulator, un dispositivo digital capaz de traducir la interpretación musical del espectador en patrones visuales. Esta voluntad de interconectar lenguajes sensoriales revela una de las constantes de su obra: una geometría que no representa, sino que performa; una abstracción que se abre a la emoción y a la percepción expandida. En Eucromía, esa exploración alcanza un grado de síntesis mayor, combinando la limpieza formal con una profundidad perceptiva que invita a una contemplación activa.
Formalmente, las piezas se caracterizan por una gran sobriedad constructiva. Los materiales industriales —aluminio, metacrilato— aportan una frialdad inicial que contrasta con la calidez vibrante de los colores, cuidadosamente modulados para crear efectos ópticos y sensaciones de movimiento. Escavy maneja el equilibrio entre control técnico y libertad expresiva con una soltura que se nota tanto en la economía compositiva como en la complejidad visual de sus obras. El color, plano y sin gradaciones, parece deslizarse por la superficie con una cadencia coreográfica, como si se tratara de un tema musical en variación constante.
A pesar de su precisión, las piezas de Eucromía no se imponen como objetos cerrados o autorreferenciales. Antes bien, invitan al espectador a un tipo de relación corporal, casi física, donde la mirada se desplaza, se demora, se ajusta. En este sentido, el trabajo de Escavy no se comprende del todo desde la distancia: exige cercanía, atención, tiempo. Cada composición es también un dispositivo perceptivo que activa la experiencia visual como un proceso —no solo como resultado—, y que pone en juego una sensibilidad contemporánea para la que lo abstracto puede ser también lo íntimo.
Este proyecto prolonga una investigación coherente pero en constante mutación. Desde su paso por Caracas en los años 2000 —experiencia decisiva en la que se conectó con el legado de la abstracción latinoamericana— hasta sus últimos desarrollos expositivos, Escavy ha articulado un lenguaje visual que, lejos de agotar fórmulas, se reinventa en cada entrega. Eucromía no es una excepción: representa una inflexión dentro de una trayectoria sólida, y al mismo tiempo, una apertura hacia nuevas formas de pensar la relación entre arte, percepción y lenguaje.
La exposición, en última instancia, se configura como un ensayo visual sobre la armonía del color, pero también como una meditación sobre las posibilidades actuales de la abstracción. Con Eucromía, Ricardo Escavy reafirma su lugar en el arte contemporáneo español, consolidando una línea de trabajo que dialoga con la tradición, pero que la reinterpreta desde una sensibilidad atenta a las resonancias tecnológicas, culturales y afectivas de la imagen.